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Sofía Condori sueña con estudiar para ser agrónoma

Una pequeña niña migrante del campo, llegó el año pasado junto a sus padres a la ciudad de El Alto en busca de mejores condiciones de vida. Ella es Sofía Condori de 8 años de edad, cuyo sueño es convertirse en ingeniara agrónoma.

Sus padres, (jóvenes campesinos) migraron del campo a la ciudad de El Alto junto a su pequeña hija Sofía en busca de mejores oportunidades económicas y laborales. La pequeña niña (siempre sonriente) que hasta el 2023 estudió en una escuela rural de su pueblo, pasó sus vacaciones, colaborando a sus padres en la venta de frutas de temporada en La Ceja. Con el dinero obtenido este mes de enero, sus padres pretenden inscribirla en una escuela cercana a su lugar de trabajo y comprar los materiales escolares que la pequeña niña necesita para estudiar.

Derecho a la educación

El derecho a la educación es un derecho fundamental consagrado por la Constitución Política del Estado que en su artículo 17 establece: Toda persona tiene derecho a recibir educación en todos los niveles de manera universal, productiva, gratuita, integral e intercultural, sin discriminación”. En congruencia, la ley de Educación Avelino Siñani – Elizardo Pérez, en los mandatos constitucionales ratifica en el artículo 1.1 que: “Toda persona tiene derecho a recibir educación en todos los niveles de manera universal, productiva, gratuita, integral e intercultural, sin discriminación”. Así todas las instituciones del Estado, dentro el ámbito de sus competencias, están obligadas a facilitar el cumplimiento del derecho a la educación para todos los niños.  Sin embargo, para muchos niños y niñas, este derecho se ve vulnerado por la necesidad de trabajar para ayudar a sus familias con el sustento del hogar.

Una realidad que duele

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) al 2022, en Bolivia tres millones de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años trabaja, el 71% de los menores trabaja en el área rural y el 29% en el área urbana, esta cifra tiende a incrementarse debido al impacto económico de la pandemia del Covid19. Muchos de ellos lo hacen en condiciones precarias, en actividades agrícolas, mineras o comerciales, exponiéndose a riesgos y privaciones que afectan su desarrollo físico y emocional.

La tasa de deserción escolar a nivel nacional es del 6,4%, el mayor número de escolares desertores se registra en el área rural con el 8,2%, luego se encuentra el área urbana con el 4,6%, según datos del Censo Nacional de Población y Vivienda de 2012.

El trabajo infantil es la principal causa de la deserción escolar y tiene un impacto negativo en la educación de los niños. Al tener que trabajar, muchos de ellos no asisten a la escuela o lo hacen de forma irregular, lo que limita sus oportunidades de aprendizaje y reduce sus posibilidades de acceder a un mejor futuro.

Como padres de familias, estamos obligados a tomar medidas para garantizar el derecho a la educación de nuestros hijos. Como Estado y sociedad se deben implementar programas de apoyo a las familias más vulnerables, becas escolares y mecanismos de control para prevenir el trabajo infantil.

La educación como herramienta de cambio

Al finalizar el día, la niña Sofía Condori llega muy cansada por el trabajo realizado junto a sus padres, pese al gran esfuerzo que probablemente continúe realizando durante el año, ella tiene un sueño: “ser ingeniera agrónoma para producir alimentos nutritivos a muy bajos precios para los niños pobres”. A su corta edad, Sofía comprende que la educación es la mejor herramienta para romper el círculo vicioso de la pobreza en su familia. Y es que un niño con acceso a una educación de calidad tiene más posibilidades de tener un trabajo decente, mejorar sus condiciones de vida y contribuir al desarrollo del país.

Mayor inversión en educación promete un futuro mejor para Bolivia. Solo así podremos construir una sociedad más justa y equitativa.

¡No dejemos que el trabajo infantil robe el futuro y los sueños de nuestros niños!

Por: Carla Flores Delgado

Vía Urgente.bo

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