La pandemia del covid-19 ha desnudado la ineficacia de la ley que debe proteger a la mujer, pero ha desnudado más aún los problemas de las familias de diferentes estratos sociales. el alto indice de feminicidios nos obliga a reflexionar.
Bolivia se traduce en tres estamentos sociales claramente identificado. Los indígenas originarios de estas tierras, los indígenas que viven en áreas urbanas con una clara asimilación a la cultura europea y que rechazan sus orígenes y que se creen de la clase descendiente de españoles y otros extranjeros llegados con sus cargas culturales.
En el campo, las familias sufren un shock cultural por que las prácticas sociales son totalmente distintas en las tres clases sociales antagónicas entre sí.
Dentro de la cosmovisión andina, todo es par, todo es chacha – warmi (hombre mujer) es la complementariedad que lo convierte en “jaqe” (ser humano que ha cumplido todas las costumbres comunitarias) no puede ser considerado “Jaqe” y no puede asumir ningún cargo en la comunidad si no tiene mujer o no tiene esposo, por eso se considera un acto de humillación el separarse o el divorciarse.
Para los aymaras sí importa lo que diga la gente, si se vive de la gente, y la honra de la familia está por encima de la persona, por el contrario, para el occidental “no vives de la gente” y que te importa su opinión.
Para la mujer aymara tener marido es algo fundamental, sin el cual anda “ch´ulla” y el “chulla” es “qencha” (mal agüero) por eso cuando se conforma una familia, en el acto de la “irpaqa” (matrimonio aymara) no pueden estar presentes los divorciados, separados, solteros ni viudas, por que traería mala suerte a la futura familia.
Cuando llegaron los invasores españoles se dedicaron al saqueo de las riquezas del oro y plata y los curas a la extirpación de idolatrías, nombre por el cual destruyeron todo vestigio de la gran civilización tawantinsuyana, como los aymaras eran muy religiosos y sobre todo comunitarios, los colonizadores optaron por separar a los ayllus desestructurar el linaje ancestral.
En la república la mujer aymara no tenía ningún derecho, no era digna de acompañar a su marido en los constantes reclamos de los abusos ocasionados. Era considerada sin alma.
En la modernidad la mujer aymara se ve forzada a migrar a las ciudades acompañando a su marido, y encuentra en shock social por que las costumbres urbanas son totalmente diferentes a lo que se acostumbraba en el campo. Los hijos al entrar a la escuela y universidades menospreciaban la sabiduría y ciencia aymara al ser absorbidos por ideologías foráneas.
Producto de eso tenemos hoy una ley que no se adecua al contexto de las naciones originarias, que tienen otra matriz civilizatoria, la Ley está hecha para las áreas urbanas, se ha olvidado de las mujeres “indias” por eso el fracaso de la implementación de la ley.
Se ha dicho que la ley no funciona y se ha acusado falsamente a los sectores periurbanos, como si la clase indígena se practicaría hechos violentos. Creo que este mal social debería ser aplicado para todas las clases sociales y adecuarlos a sus cosmovisiones.
Como esta justicia está corrompida no le interesa buscar reparar el daño tan solo se quiebra ante el dinero y es lo que menos tiene una mujer, porque se queda al cargo de los hijos y prefiere mantener sus hijos sola y seguir la vida asumiendo toda responsabilidad, muchos casos de violencia jamás llegarán a estrados judiciales por la mercantilización del sistema judicial.
Tata David Ticona Balboa es Abogado, Periodista,Filósofo Aymara y Yatiri
Cel: 71539769