CEPABOL/21/10/25.- El pasado 21 de septiembre, día del Equinoccio de Primavera, las culturas originarias andinas celebran un momento de profunda trascendencia cósmica y espiritual. Según la Cosmovisión Aymara y la interpretación de la Chakana Tiwanakota Aymara y Sideral, este fenómeno astronómico marca el fin del Ciclo del Varón y el inicio del Ciclo de la Mujer, dando paso a un tiempo de renovación, fertilidad y equilibrio de las energías.
Según Víctor Machaca, presidente del Consejo de Amautas Indígenas del Tawantinsuyu (CAIT), «el equinoccio de primavera se da cuando el día y la noche se igualan, este evento representa un punto de armonía en el calendario sagrado andino. En este tránsito, la Chakana (cruz andina) se convierte en el eje que conecta lo terrenal y lo cósmico, permitiendo comprender los ciclos de la vida y del universo.»
De acuerdo con la tradición milenaria, el Ciclo del Varón, caracterizado por la fuerza, la siembra y la lucha, llega a su conclusión en este momento. En su lugar, se abre el Ciclo de la Mujer, símbolo de la fecundidad, la ternura, la regeneración y la vida. La energía femenina, vinculada a la Pachamama (Madre Tierra), comienza a florecer y guiar los tiempos venideros, en correspondencia con la primavera que despierta la naturaleza.
Esta fecha, además de coincidir con el Día del Estudiante, la Juventud y la primavera en Bolivia, posee un significado más profundo para los pueblos originarios, quienes reconocen en el movimiento de los astros y en el lenguaje de la tierra la guía para mantener la armonía entre los seres humanos y el cosmos.
En Tiwanaku y otros centros ceremoniales andinos, diversas comunidades realizan rituales ancestrales para recibir la nueva estación, agradeciendo por la vida y la fertilidad, y renovando el compromiso de equilibrio entre lo masculino y lo femenino, entre el hombre y la mujer, como energías complementarias e inseparables.
El 21 de septiembre no solo anuncia la primavera: anuncia la continuidad de la vida, el resurgir de lo femenino y la sabiduría ancestral que perdura en la cosmovisión aymara.


